Todos somos uno
Los poblados están conformados por
varias casas comunales separadas por cierta distancia. La casa o churuata es el
punto de referencia central en el que convergen economía, parentesco y ritual.
Fabricada con técnicas en
apariencia rudimentarias, la vivienda comunal Wotjuja es una síntesis de
perfección y utilidad. Su sentido no puede ser imaginado fuera de lo que es:
una estructura perfecta. La forma de las casas varía de acuerdo con el uso y
número de habitantes. En el pasado solían construir una casa cuyo único fin era
guardar las máscaras y los instrumentos sagrados utilizados en la fiesta, los
cuales no debían ser vistos por las mujeres.
Joseph Grelier11 señala
que la casa Wotjuja es una forma curiosa de cúpula rebajada, coronada por una
punta cónica en la que culmina el techo. La churuata resume las convenciones
que definen un modo de ver y de apreciar la existencia, que son característicos
de la cultura piaroa. La casa tradicional, según Grelier, mide aproximadamente 17 metros de diámetro y
12 de altura. Se estructura a partir de una serie de vigas o tirantes
horizontales fijados a cuatro postes que sostienen la punta cónica del techo.
La circunferencia, formada por 16 pilares sobre los que se enlazan travesaños
en forma de círculos concéntricos, constituye la armazón sobre la que se van
colocando delgados haces de hojas de palma, que conforman la gruesa capa
impermeable de techo y paredes destinada a durar muchos años.
Desde el espacio interior de la
churuata se observa la complicada red de postes, vigas y ligamentos, sometidos
a la ley de los anillos concéntricos. El espacio interno se organiza de acuerdo
con un patrón señalado por el chamán. Ninguna nervadura vegetal divide los
compartimientos familiares. Cada miembro de la etnia o grupo conoce a la
perfección los límites de su espacio y el lugar donde puede colocar sus
pertenencias, su chinchorro, su fogón. El interior de la casa es una penumbra
tibia, iluminada apenas por la luz de las antorchas. El área central se reserva
a los huéspedes. Se trata de un espacio para realizar actividades rituales y
artesanales que puede ser utilizado libremente por todos los moradores12.
Los habitantes de la casa son
parientes cercanos que cooperan entre sí13. De hecho, todos los Wotjuja
son parientes, pues descienden de la pareja primordial creada por Wahari. Así,
prefieren el matrimonio entre parientes cercanos que habitan una misma casa,
puesto que la formación de lazos matrimoniales endogámicos fortalece sus
vínculos y crea una entidad de reciprocidad y cooperación: "Somos uno,
somos mutuamente”.
La churuata demuestra un singular
gusto estético, cuyo centro es un punto de referencia que empuja hacia la
periferia su exacta geometría. En su universo todo está imbricado: los
componentes de la vida social, lo económico, lo político, lo mágico‑religioso,
lo simbólico, lo que a primera vista pareciera simple y cotidiano, forma parte
de esa manera total de comprender y ver el mundo. Vestido, adornos, utensilios,
herramientas de trabajo, instrumentos musicales, incluso los objetos más
personales, no escapan a la compleja trama en la cual la vida estética forma
parte de la vida cotidiana.
De acuerdo con las normas
tradicionales, hombres y mujeres visten guayucos tejidos con el algodón que se
cultiva en los conucos. Con este material tejen, en sencillas armazones de
madera, bandas y cintas decorativas.
Los Wotjuja utilizan toda surte de
adornos, en particular, zarcillos triangulares hechos con monedas de metal
martillado. De ellos penden sartas de cuentas de mostacilla azul y blanca. Son
frecuentes los largos y gruesos collares hechos con dientes de caimán o
báquiro, que ensartados con plumas multicolores cruzan el pecho de los hombres.
El uso de plumas implica fórmulas
mágicas y estéticas. Con las plumas se perpetúa y prolonga el tiempo de las
formas simbólicas. Por esto, coronas, tocados, brazaletes, collares y otros
adornos plumarios son la metáfora permanente de un gusto por el uso del color
que se encuentra en tucanes, guacamayas y toda suerte de pequeños pájaros de
extraordinario colorido. Una verdad abstracta se expresa en los diseños
pintados en el cuerpo. Denominados “caminos de las cuentas”14, estos
signos no pretenden sólo decorar la piel: cada hombre y mujer lleva dentro de
su cuerpo los signos, cuyas claves mágicas conforman las palabras del canto
chamánico. Sus formas geométricas invocan y descubren elementos que no repiten
la naturaleza, como si se tratara de una tabla de referencias.
El dibujo corporal no es un
artificio arbitrario o un capricho sin alcances. Toda adición está sometida al
infalible conocimiento del ruw’a,
encargado de asignar “las cuentas”. Ellas son la representación gráfica de un
saber adquirido con los años en complejas ceremonias rituales. La pintura del
cuerpo, que explora los misterios de la magia, se dirige a una región
particular de la sensibilidad. Para su ejecución se utilizan sellos de madera
que combinan diseños, formas y tamaños diversos. Los signos utilizados, aunque
infinitamente repetidos, adquieren sobre el cuerpo un sentido único e
intransmitible. Los femeninos encierran a las mujeres en su destino inmutable
de fertilidad; los masculinos someten a los hombres a los designios promisorios
de la caza y a los poderes del canto chamánico.
Bajo el influjo del yopo y de
otras plantas alucinógenas, entre danzas, mímicas y acciones rituales, “la
imagen de los ojos” de los hombres levanta el vuelo en línea recta. Su
percepción vaga indistintamente por los días y las noches, planea en regiones
abismales, viaja hacia los filamentos dorados del sol, y así logra ver el rojo
intenso de sus diseños interiores. Wahari, el ser supremo, fue el primero en
tener estas visiones. Una fina red de asociaciones acompaña desde siempre la
aventura simbólica piaroa.
Su sofisticada tecnología botánica
incluye múltiples maneras de preparar las sustancias alucinógenas que forman
parte de sus rituales. Aunque la composición de los preparados del yopo se
repita, hay una tendencia a buscar la excelencia en la calidad y efectividad de
la fórmula particular de cada chamán. El yopo y los utensilios destinados a su
consumo (el mortero de madera con su mano de moler, el inhalador, la brocha
para agrupar el polvo alucinógeno, el estuche de caracol, el peine y la pluma
de paují) se guardan en pequeñas cestas tejidas en forma de caja, llamadas
petacas o yoperas.
Entre los piaroa, la cestería es
una de las prácticas que se dirige más hacia lo útil. Es común la fabricación
de catumares, mapires, sebucanes, guapas, cestas, esteras y manares destinados
al transporte y procesamiento de la yuca amarga.
Para
la preparación de los derivados de la yuca amarga, alimento sagrado de los piaroa,
se desarrolla un largo proceso que se inicia con el pelado y rallado de los
tubérculos. La masa producida se exprime en el sebucán, del cual mana una
sustancia venenosa llamada yare, la cual, luego de hervida y macerada con el
jugo de pimientos picantes y hormigas, se usa como condimento. La masa
exprimida se extiende en forma de tortas sobre el budare de metal o piedra.
Estas tortas se conocen con el nombre de cazabe.
El catumare, cesta para trasladar
los productos del conuco hasta la casa, posee una forma rectangular. Su
estructura de fibras de palma tejida permite soportar un peso superior a 40
kilos. El mapire o canasta de carga tejida con bejuco mamure entrecruzado, se
forra con hojas de palma. Éste se utiliza para transportar harina de yuca o mañoco.
Las guapas o cestas redondas se usan como platos. Los Wotjuja tambien tejen
otro tipo de cestería utilitaria:
trampas para atrapar pájaros y pequeños mamíferos, nasas para pesca, esteras y
carcajes.
Otro objeto destinado a la
elaboración de la yuca amarga es el rallador, confeccionado con una tabla de
madera a la que se insertan astillas de piedra, formando diseños geométricos.
La ejecución de los ralladores se realiza conforme a ciertas normas de división
del trabajo: los hombres proveen los materiales, el chamán los purifica y las
mujeres los fabrican.
Como en otros grupos de la Amazonia, la alfarería ha
ido desapareciendo por el uso cada vez mayor de recipientes de aluminio. En la
región del alto Cuao se producen algunas ollas y otros rústicos recipientes de
barro que se usan para almacenar guarapo de yuca y batata. Al mismo fin se
destinan canoas de madera y taparas. Los Wotjuja suelen fabricar embarcaciones
y canaletes de gran extensión hechos con cortezas y troncos de árboles, los
cuales decoran con motivos zoomorfos y antropomorfos15.
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