Presentación

"El trabajo no debe ser vendido como mercancía, debe ser ofrecido como un regalo a la comunidad"

Ernesto Che Guevara



Por el derecho que tienen los pueblos a saber su propia historia. Por el derecho a conocer sus tradiciones y cosmovisión indígena. Por el derecho a conocer la leyes que los amparan. Por el derecho a socializar el conocimiento liberándolo de la propiedad privada, del autor individual, la editorial, la fundación, la empresa, el mercado y cualquier otro tipo de apropiador que ponga precio a lo que es patrimonio de la humanidad.

Siguiendo el ejemplo de la cultura del regalo que practican los pueblos originarios de todas las latitudes y en la conciencia de que el otro, es también mi hermano: “sangre de mi sangre y huesos de mis huesos”, concepto que los indígenas de Venezuela resumen con el término pariente, he desarrollado esta página, con la idea de compartir estos saberes, fruto de años de investigación en el campo antropológico, para que puedas hacer libre uso de un conjunto de textos, muchos de los cuales derivaron del conocimiento colectivo de otros tantos autores, cuya fuente ha alimentado mi experiencia humana y espiritual.

A mis maestros quienes también dedicaron su vida a la investigación en este campo, apostando de antemano, que por este camino jamás se harían ricos, a los indígenas que me mostraron sus visiones del mundo, a los talladores, ceramistas, cesteros, tejedores, indígenas y campesinos que me hablaron de su oficio.

A Roberto y a Emilio quienes murieron en la selva acompañándome en aventuras de conocimiento, a mis colegas de los equipos comunitarios de Catia TVe, a los colegas de los museos en los que he trabajado, a mis compas de la Escuela de la Percepción, a mis amigas que me han apoyado y a los que me han adversado, mi mayor gratitud.

Lelia Delgado
Centro de Estudios de Estética Indígena
Leliadelgado07@gmail.com

jueves, 27 de septiembre de 2012

Wotjuja- Piaroa. Especialistas en lo Sagrado. Del libro Vida Indígena en el Orinoco








Especilistas en lo sagrado
Con el nombre de ruw’a se distinguen todos aquellos seres que poseen poder y conocimiento. Este calificativo no se limita a personas: puede ser utilizado para nombrar: a toda criatura que amerite ser llamada “señor”. El término ruw’a, utilizado en un sentido político‑religioso, señala a un hombre de pensamiento, un líder que utiliza magia, visión e imaginación en favor de su comunidad16.
Por encima del ruw'ati o grupo de “señores” de menor rango, existe un ruw'a territorial. Se trata de un individuo cuyas características de vida, conocimiento y capacidad organizativa, le permiten “controlar” un territorio de influencia, un área geográfica o un conjunto de adeptos, quienes dejan en sus manos todo lo concerniente a decisiones de carácter económico, político y religioso.
En sentido estricto, el ruw'a territorial no tiene propiedad alguna. El territorio no se hereda ni traspasa. La tierra es algo sagrado, una fuerza viviente difícilmente controlable. Por tal razón, “hay que ser amigo de la tierra, no su dueño”.
El conocimiento del ruw'a no se limita al mundo humano. Su saber es profundo y riguroso en lo que concierne al mundo de formas invisibles. Él está familiarizado con todos los secretos de su cultura: orígenes, pasado mítico, dioses y héroes culturales. En una misteriosa sucesión de ideas, penetra el mundo inmaterial de los espíritus, reconociendo la esencia misma de la naturaleza, de la que obtiene, en parte, su poder.
El poder entre los wotjuja es un concepto ético, además de político17. El ruw'a es bueno en la medida en que su poder se dirige a conseguir beneficios para su comunidad. Como líder, debe defender a su pueblo de todo peligro sobrenatural. También debe tener capacidad política para organizar matrimonios y alianzas favorables.
El ruw'a no legisla. Las “leyes” fueron dictadas desde los orígenes del mundo por Wahari18. Este hombre, respetado y poderoso, no dispone de ningún medio coercitivo para hacer cumplir leyes o deseos. Su comportamiento es extremadamente humilde: no levanta la voz, no imparte órdenes directas; sólo sugiere, pregunta, enseña. Su poder se basa en la sabiduría. Sus juicios y decisiones se respetan porque él, mejor que ningún otro hombre, sabe mantener el balance apropiado que rige su sociedad un orden conforme a la estructura del cosmos.
A partir de un prolongado proceso ritual, el ruw’a aprende a manejar las fuentes del poder. Bajo el influjo del yopo, los chamanes se ensimisman y proyectan, sobre “la cara interna de sus párpados”, las imágenes del mundo exterior: “ven en el sueño de su esperma el hijo que ninguna mujer les dará”19. Como un “enano que vive en su cabeza”, viajan a diferentes mundos, penetran el interior de las montañas, que son para ellos transparentes, y regresan a los lugares que vieron el origen de hombres y animales.
Cuando el ruw’a entra en éxtasis, recibe las palabras mágicas de sus signos interiores. Sus “cuentas” conforman la estructura del canto chamánico. “La imagen de los ojos” del ruw’a vuela convertida en ave o en jaguar hacia infinitos espacios celestes donde aprende de sus antepasados las palabras curativas que proporcionan paz y bienestar, que son valores fundamentales de su comunidad.
El canto chamánico se efectúa en “lengua antigua”, un lenguaje pleno de metáforas al que sólo se accede con la sabiduría acumulada por el tiempo. En la noche, cuando el ruw’a canta refiriendo eventos mitológicos, una luz emana de su voz. Es la luz de C’eheru, diosa de la fertilidad, cuyo brillo lunar no puede ser visto por ningún otro hombre.
Como un guerrero, el ruw’a se enfrenta permanentemente con la muerte. Para los chamanes wotjuja, al igual que para otros del Amazonas, la enfermedad no tiene causas físicas: es consecuencia de la infracción de tabúes alimenticios. “Cada animal tiene su enfermedad: cuando los hombres cantan las palabras de Wahari, las enfermedades no atacan, los animales olvidan”20.
Los dioses Tianawa ayudan al ruw’a en todo lo relacionado con la cura. Entre ellos, C'eheru, hermana y transformación femenina de Wahari, quien habita la montaña sagrada Mariwek’a. Otros Tianawa deambulan por la tierra transformados en animales, como el jaguar, el zorro, la avispa y el águila. Estos dioses nacieron en pequeñas cajas de cristal, allí donde se centran los poderes de la luz. Las piedras de cuarzo, las coronas de plumas, las cuentas o signos, y los polvos propiciadores de la caza, irradian al ruw’a con su fuerza protectora.
Otros dioses como Re’yo y Ahe Itami, Trueno y Sol, señores y abuelos de los animales de la selva y de los peces, respectivamente, son también los abuelos y guardianes de las enfermedades21. Cuando un hombre mata a un animal envían un espíritu que penetra el cuerpo del cazador y le provoca enfermedades. El ruw’a combate estos espíritus de la enfermedad con la ayuda de sus Tianawa.
El warime, es el rito mayor de los wotjuja 23. Su comprensión en el contexto sociocultural implica, además del dominio de la lengua, el conocimiento de su complejo mundo religioso23. En el texto Así somos los uhuothoja, se señala que esta fiesta, organizada por el yuhuawarua, se realiza cada tres años para celebrar las cosechas y los buenos matrimonios. Este ciclo ceremonial que reitera la creación del mundo involucra a todos los miembros de un “territorio”. Se trata de un ceremonial de fertilidad en el cual los báquiros, ancestros míticos, son atraídos desde sus zonas sagradas hasta las regiones wotjuja 24.
La celebración del warime se inicia con la recolección de los materiales necesarios para la fabricación de los implementos sagrados: bambú, caña, bejucos, hojas de palma, cera de abejas. Las máscaras y los instrumentos sonoros son guardados con celo en una casa construida especialmente para tal fin.
Las máscaras utilizadas en el baile son diversas. Una corresponde a la fisonomía del báquiro. Ella debe ser adornada con un penacho de plumas de guacamaya y tucán. Otras poseen la forma del mono blanco o representan a Re’yo, espíritu de la selva, al murciélago y a la muerte25.
La estructura interior de las máscaras está constituida por una cesta o armazón de mamure recubierta con una corteza de árbol llamado marima, a la que se le aplica una resina negra conocida como peramán. Sobre ésta se dibujan en blanco y rojo los diseños geométricos. Los danzantes se cubren la cabeza con la máscara. El cuerpo se viste con dos faldellines de flecos hechos con hojas de palma. En las manos portan una maraca tejida con fibras vegetales, salvo Re’yo, quien usa un bastón con el que acompaña el paso de la danza.
De la gran variedad de instrumentos sonoros fabricados por los wotjuja, sólo los utilizados durante el warime tienen carácter sagrado. Muchos de estos instrumentos imitan el sonido de animales ancestrales. Tal es el caso de la flauta longitudinal llamada cuwo, que reproduce el grito del mono araguato. La wora, de mayor importancia, cuyos tubos de bambú se colocan dentro de una vasija, produce un sonido identificado con el rugido del jaguar. El da’a es símbolo de la culebra de agua; está constituido por dos flautas que se ejecutan de manera alterna. El dzaho es una flauta de caña cuyo sonido semeja el grito del tucán o piapoco, ancestro de los colores26.











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