Especilistas en lo sagrado
Con el nombre de ruw’a se distinguen todos aquellos seres
que poseen poder y conocimiento. Este calificativo no se limita a personas:
puede ser utilizado para nombrar: a toda criatura que amerite ser llamada
“señor”. El término ruw’a, utilizado
en un sentido político‑religioso, señala a un hombre de pensamiento, un líder
que utiliza magia, visión e imaginación en favor de su comunidad16.
Por encima del ruw'ati o grupo de “señores” de menor rango,
existe un ruw'a territorial. Se trata
de un individuo cuyas características de vida, conocimiento y capacidad
organizativa, le permiten “controlar” un territorio de influencia, un área
geográfica o un conjunto de adeptos, quienes dejan en sus manos todo lo
concerniente a decisiones de carácter económico, político y religioso.
En sentido estricto, el ruw'a territorial no tiene propiedad
alguna. El territorio no se hereda ni traspasa. La tierra es algo sagrado, una
fuerza viviente difícilmente controlable. Por tal razón, “hay que ser amigo de
la tierra, no su dueño”.
El conocimiento del ruw'a no se limita al mundo humano. Su
saber es profundo y riguroso en lo que concierne al mundo de formas invisibles.
Él está familiarizado con todos los secretos de su cultura: orígenes, pasado
mítico, dioses y héroes culturales. En una misteriosa sucesión de ideas,
penetra el mundo inmaterial de los espíritus, reconociendo la esencia misma de
la naturaleza, de la que obtiene, en parte, su poder.
El poder entre los wotjuja es un
concepto ético, además de político17. El ruw'a es bueno en la medida en que su poder se dirige a conseguir
beneficios para su comunidad. Como líder, debe defender a su pueblo de todo
peligro sobrenatural. También debe tener capacidad política para organizar
matrimonios y alianzas favorables.
El ruw'a no legisla. Las “leyes” fueron dictadas desde los orígenes
del mundo por Wahari18. Este hombre, respetado y poderoso, no
dispone de ningún medio coercitivo para hacer cumplir leyes o deseos. Su comportamiento
es extremadamente humilde: no levanta la voz, no imparte órdenes directas; sólo
sugiere, pregunta, enseña. Su poder se basa en la sabiduría. Sus juicios y
decisiones se respetan porque él, mejor que ningún otro hombre, sabe mantener
el balance apropiado que rige su sociedad un orden conforme a la estructura del
cosmos.
A partir de un prolongado proceso
ritual, el ruw’a aprende a manejar
las fuentes del poder. Bajo el influjo del yopo, los chamanes se ensimisman y
proyectan, sobre “la cara interna de sus párpados”, las imágenes del mundo
exterior: “ven en el sueño de su esperma el hijo que ninguna mujer les dará”19.
Como un “enano que vive en su cabeza”, viajan a diferentes mundos, penetran el
interior de las montañas, que son para ellos transparentes, y regresan a los
lugares que vieron el origen de hombres y animales.
Cuando el ruw’a entra en éxtasis, recibe las palabras mágicas de sus signos
interiores. Sus “cuentas” conforman la estructura del canto chamánico. “La
imagen de los ojos” del ruw’a vuela
convertida en ave o en jaguar hacia infinitos espacios celestes donde aprende
de sus antepasados las palabras curativas que proporcionan paz y bienestar, que
son valores fundamentales de su comunidad.
El canto chamánico se efectúa en
“lengua antigua”, un lenguaje pleno de metáforas al que sólo se accede con la
sabiduría acumulada por el tiempo. En la noche, cuando el ruw’a canta refiriendo eventos mitológicos, una luz emana de su
voz. Es la luz de C’eheru, diosa de la fertilidad, cuyo brillo lunar no puede
ser visto por ningún otro hombre.
Como un guerrero, el ruw’a se enfrenta permanentemente con la
muerte. Para los chamanes wotjuja, al igual que para otros del Amazonas, la
enfermedad no tiene causas físicas: es consecuencia de la infracción de tabúes
alimenticios. “Cada animal tiene su enfermedad: cuando los hombres cantan las
palabras de Wahari, las enfermedades no atacan, los animales olvidan”20.
Los dioses Tianawa ayudan al ruw’a en todo lo relacionado con la
cura. Entre ellos, C'eheru, hermana y transformación femenina de Wahari, quien
habita la montaña sagrada Mariwek’a.
Otros Tianawa deambulan por la tierra transformados en animales, como el
jaguar, el zorro, la avispa y el águila. Estos dioses nacieron en pequeñas
cajas de cristal, allí donde se centran los poderes de la luz. Las piedras de
cuarzo, las coronas de plumas, las cuentas o signos, y los polvos propiciadores
de la caza, irradian al ruw’a con su
fuerza protectora.
Otros dioses como Re’yo y Ahe
Itami, Trueno y Sol, señores y abuelos de los animales de la selva y de los
peces, respectivamente, son también los abuelos y guardianes de las
enfermedades21. Cuando un hombre mata a un animal envían un espíritu
que penetra el cuerpo del cazador y le provoca enfermedades. El ruw’a combate estos espíritus de la
enfermedad con la ayuda de sus Tianawa.
El warime, es el rito mayor de los wotjuja 23. Su comprensión en el
contexto sociocultural implica, además del dominio de la lengua, el
conocimiento de su complejo mundo religioso23. En el texto Así somos los uhuothoja, se señala que
esta fiesta, organizada por el yuhuawarua,
se realiza cada tres años para celebrar las cosechas y los buenos matrimonios.
Este ciclo ceremonial que reitera la creación del mundo involucra a todos los
miembros de un “territorio”. Se trata de un ceremonial de fertilidad en el cual
los báquiros, ancestros míticos, son atraídos desde sus zonas sagradas hasta
las regiones wotjuja 24.
La celebración del warime se inicia con la recolección de
los materiales necesarios para la fabricación de los implementos sagrados:
bambú, caña, bejucos, hojas de palma, cera de abejas. Las máscaras y los
instrumentos sonoros son guardados con celo en una casa construida
especialmente para tal fin.
Las máscaras utilizadas en el
baile son diversas. Una corresponde a la fisonomía del báquiro. Ella debe ser
adornada con un penacho de plumas de guacamaya y tucán. Otras poseen la forma
del mono blanco o representan a Re’yo, espíritu de la selva, al murciélago y a
la muerte25.
La estructura interior de las
máscaras está constituida por una cesta o armazón de mamure recubierta con una
corteza de árbol llamado marima, a la que se le aplica una resina negra
conocida como peramán. Sobre ésta se dibujan en blanco y rojo los diseños
geométricos. Los danzantes se cubren la cabeza con la máscara. El cuerpo se
viste con dos faldellines de flecos hechos con hojas de palma. En las manos
portan una maraca tejida con fibras vegetales, salvo Re’yo, quien usa un bastón
con el que acompaña el paso de la danza.
De la gran variedad de
instrumentos sonoros fabricados por los wotjuja, sólo los utilizados durante el
warime tienen carácter sagrado.
Muchos de estos instrumentos imitan el sonido de animales ancestrales. Tal es
el caso de la flauta longitudinal llamada cuwo,
que reproduce el grito del mono araguato. La wora, de mayor importancia, cuyos tubos de bambú se colocan dentro
de una vasija, produce un sonido identificado con el rugido del jaguar. El da’a es símbolo de la culebra de agua;
está constituido por dos flautas que se ejecutan de manera alterna. El dzaho es una flauta de caña cuyo sonido
semeja el grito del tucán o piapoco, ancestro de los colores26.
http://venezuelaenlinea.com/indigenas-venezolanos/indigenas
ResponderEliminarhttp://www.festivalwayuu.com/los.swf
ResponderEliminar