Presentación

"El trabajo no debe ser vendido como mercancía, debe ser ofrecido como un regalo a la comunidad"

Ernesto Che Guevara



Por el derecho que tienen los pueblos a saber su propia historia. Por el derecho a conocer sus tradiciones y cosmovisión indígena. Por el derecho a conocer la leyes que los amparan. Por el derecho a socializar el conocimiento liberándolo de la propiedad privada, del autor individual, la editorial, la fundación, la empresa, el mercado y cualquier otro tipo de apropiador que ponga precio a lo que es patrimonio de la humanidad.

Siguiendo el ejemplo de la cultura del regalo que practican los pueblos originarios de todas las latitudes y en la conciencia de que el otro, es también mi hermano: “sangre de mi sangre y huesos de mis huesos”, concepto que los indígenas de Venezuela resumen con el término pariente, he desarrollado esta página, con la idea de compartir estos saberes, fruto de años de investigación en el campo antropológico, para que puedas hacer libre uso de un conjunto de textos, muchos de los cuales derivaron del conocimiento colectivo de otros tantos autores, cuya fuente ha alimentado mi experiencia humana y espiritual.

A mis maestros quienes también dedicaron su vida a la investigación en este campo, apostando de antemano, que por este camino jamás se harían ricos, a los indígenas que me mostraron sus visiones del mundo, a los talladores, ceramistas, cesteros, tejedores, indígenas y campesinos que me hablaron de su oficio.

A Roberto y a Emilio quienes murieron en la selva acompañándome en aventuras de conocimiento, a mis colegas de los equipos comunitarios de Catia TVe, a los colegas de los museos en los que he trabajado, a mis compas de la Escuela de la Percepción, a mis amigas que me han apoyado y a los que me han adversado, mi mayor gratitud.

Lelia Delgado
Centro de Estudios de Estética Indígena
Leliadelgado07@gmail.com

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Wotjuja-Piaroa. Los Señores de la Selva . Del libro Vida Indígena en e lOrinoco



Señores de la selva
Ser de’aruwa o más exactamente, wotjuja, es ser de la selva. Nacidos del matrimonio mítico entre dos categorías de seres antagónicos, su vida es un ejercicio constante por recuperar el equilibrio. Los símbolos de poder, sabiduría y potencia sexual, representados en el trueno, esparcen sus destellos luminosos sobre la inmensa vastedad de la selva. El dominio de los ríos, piedras, árboles, animales o cualquier accidente del mundo natural, se hace posible con el uso de fórmulas mágicas que comunican a los wotjuja   con la armonía total del universo.
Cada hombre y cada mujer conocen perfectamente su lugar en el mundo. Las relaciones con su entorno, llenas de sentido y sabiduría, se aprenden en las alegorías de los cantos nocturnos que entonan los ancianos. Ellas encierran toda la filosofía de esta gente, para quienes todo conocimiento es un poder viviente que crece en cada hombre con el tiempo y la experiencia. La fuerza extraordinaria de la magia wotjuja  taspasa las grietas del mundo. Sus hilos invisibles franquean los caminos ordinarios de la imaginación, llenan de asombro y terror los pueblos vecinos, y estremecen hasta la corteza misma del cosmos.
Piaroa es la forma como se les nombra en la literatura etnográfica. de'aruwa, es el nombre que dan a todas las criaturas que saben cómo utilizar la tierra. Sin embargo, los orígenes del término “Piaroa” no son claros. Es posible que se derive de las misiones jesuitas fundadas en el río Orinoco desde 1864, particularmente de una ubicada cerca de los raudales de Atures, llamada “Peroa”. La primera referencia que se tiene de este nombre data de 1756, cuando Solano, miembro de la expedición de Fronteras, señaló su existencia en la región del Sipapo1.
Recientemente, los de’aruwa decidieron adoptar la autodenominación uhuottoja, transcrita fonéticamente como wotjuja, que significa “gente pacífica”2. Ellos hablan una lengua que pertenece a la familia lingüística sáliva, grupo independiente que, según Cestmir Loukotka3 y Paul Rivet4, incluye el sáliva, el mako, el ature y el piaroa. Esta lengua ha sufrido una gran influencia de términos arahuacos y caribes.
El vasto territorio que cubre la margen derecha del Orinoco fue explorado tardíamente. La dificultad de su topografía demarcó cierto límite a la actividad colonizadora y misionera. Los de’aruwa entraron en contacto con la sociedad criolla en los siglos XIX y XX, cuando esta parte del Amazonas se abrió al comercio.
Pueblan los afluentes y subafluentes del Puruname, Sipapo, Autana, Cuao, Guayapo, Samariapo, Cataniapo, Paria, Parguaza, además del alto Suapure, la cuenca inferior del Ventuari, los ríos Marieta, Camni, Yureba, Yakiguapo y caño Moriche, el valle del Manapiare, cerca de Puerto Ayacucho y la margen colombiana del Orinoco, en tierras aledañas a San Fernando de Atabapo, en los ríos Vichada, Matavemi, Guaviare y el caño Zama. Sus territorios, llamados Iso'hwa, son en realidad áreas sin límites precisos.

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