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Presentación
"El trabajo no debe ser vendido como mercancía, debe ser ofrecido como un regalo a la comunidad"
Por el derecho que tienen los pueblos a saber su propia historia. Por el derecho a conocer sus tradiciones y cosmovisión indígena. Por el derecho a conocer la leyes que los amparan. Por el derecho a socializar el conocimiento liberándolo de la propiedad privada, del autor individual, la editorial, la fundación, la empresa, el mercado y cualquier otro tipo de apropiador que ponga precio a lo que es patrimonio de la humanidad.
A mis maestros quienes también dedicaron su vida a la investigación en este campo, apostando de antemano, que por este camino jamás se harían ricos, a los indígenas que me mostraron sus visiones del mundo, a los talladores, ceramistas, cesteros, tejedores, indígenas y campesinos que me hablaron de su oficio.
A Roberto y a Emilio quienes murieron en la selva acompañándome en aventuras de conocimiento, a mis colegas de los equipos comunitarios de Catia TVe, a los colegas de los museos en los que he trabajado, a mis compas de la Escuela de la Percepción, a mis amigas que me han apoyado y a los que me han adversado, mi mayor gratitud.
Centro de Estudios de Estética Indígena Leliadelgado07@gmail.com
jueves, 13 de diciembre de 2012
Aprender a vivir, aprender a morir. Libro digital.Lelia Delgado
Puedes consultarlo en: http://issuu.com/leliadelgado/docs/estetica_de_la_muerte_final-_respaldo_para_disco/72
jueves, 29 de noviembre de 2012
Hiwi-Jivi Estrategias de sobrevivencia
Las actividades de subsistencia varían
de acuerdo con las fluctuaciones estacionales, lo que se refleja en la
adaptación de este grupo a dos nichos ecológicos distintos: sabanas y selvas de
galería.
Aproximadamente, 60% de la población
hiwi, sobre todo la de Colombia, corresponde a cultivadores seminómadas o
estacionales. Ellos ocupan los poblados durante la estación lluviosa y se
dedican a la caza, pesca y recolección en los meses secos. Esta manera de vivir
ha ido desapareciendo debido al impacto ejercido por la colonización de los
llanos. El cultivo sedentario a gran escala adquiere cada vez más importancia,
sobre todo entre los indígenas que habitan a lo largo de los ríos Orinoco y
Manapiare del estado Amazonas, y del río Capanaparo del estado Apure9.
Practican la agricultura de tala y
quema, siendo su principal producto la yuca amarga. Siembran yuca dulce,
batata, ñame, ají, plátano, frijol, caña de azúcar y piña, aunque de
importancia secundaria en su dieta, además de algunas especies no alimenticias,
como el barbasco, el algodón, el capi y el tabaco.
El desmonte de las parcelas es una
tarea específica de los hombres. Al igual que en otras etnias de la cuenca
amazónica, las mujeres realizan buena parte del trabajo agrícola y el
procesamiento de los alimentos, lo que implica rallar y prensar la yuca amarga
para extraer de ella el ácido prúsico y procesar el cazabe.
La caza es una de sus principales
actividades de subsistencia. Sus técnicas son simples y fáciles de aprender.
Las partidas de caza se organizan entre parientes cercanos, mujeres y niños,
quienes golpean con macanas, machetes y palos las bestias que van cercando.
Practican la cacería con arcos y flechas de formas y tamaños adecuados al tipo
de presa.
Las flechas se confeccionan con caña
brava y se decoran con plumas de paují. Antiguamente estas puntas se hacían con
maderas duras o hueso. En la actualidad se manufacturan con metal proveniente
de machetes y cuchillos desechados.
Existen restricciones de caza por
motivos mágico-religiosos. Se cree que el cazador tendrá mala suerte si consume
alimentos o tiene relaciones sexuales la noche anterior a la cacería. Así
mismo, poseen normas relativas a la distribución de la carne, pues quien haya
matado un animal deberá donar determinadas partes de la presa a sus suegros,
tomar otras para sí, y lo demás, repartirlo de manera equitativa entre los
compañeros de cacería.
El cazador diestro es admirado por su
grupo. Su éxito se debe al cuidado y respeto puesto en las relaciones
hombre-animal, siendo normal el uso de preparados mágicos para que la suerte
los acompañe10.
Los principales animales de cacería son la
iguana, el acure, el cachicamo, el chigüire, el venado, la lapa, el báquiro, el
oso hormiguero, el conejo, el puerco espín, la danta y los monos, además de
algunas aves como palomas, loros, guacamayos y tucanes. No matan ni comen carne
de tigre, zorro, caimán y culebra, que consideran antepasados totémicos.
La pesca proporciona buena parte de las
proteínas de su dieta diaria. Pescan con arco y flecha, hilos, anzuelos, redes
y pequeñas nasas. En la noche, para atraer a los peces, usan antorchas. Es
frecuente el uso de barbasco; a tal efecto, un líder y dos ayudantes colocan el
veneno en el agua luego de obstruir un pequeño caño o riachuelo. El barbasco se
corta y ata en manojos que colocan sobre rejillas de madera. Cuando éste hace
efecto, disparan flechas sobre los peces que salen a la superficie. Para evitar
transgresiones del orden natural, los participantes en la pesca colectiva
deberán abstenerse, al igual que los cazadores, de tener relaciones sexuales la
noche anterior12. Así mismo, las mujeres embarazadas o menstruantes
deberán abstenerse de participar, pues esto atraería la mala suerte. Si la
pesca ha sido abundante, salan o ahúman los excedentes. También preparan harina
de pescado que se reserva para cuando la carne de cacería escasea.
Entre los grupos nómadas la recolección
constituye una importante fuente de obtención de alimentos, productos
medicinales y materias primas artesanales. Los productos de recolección
incluyen frutos, nueces, insectos, lagartos, tortugas y huevos. Estos últimos
los comen crudos o secados al sol.
La recolección es tarea de mujeres y
hombres. El método consiste en quemar la vegetación de la sabana. Cuando el
fuego ha pasado, recogen los restos quemados de tortugas, culebras e insectos13.
Suelen consumir los frutos de las
palmas de moriche, seje y cucurito, con los que preparan gran diversidad de
comidas y bebidas. De estas palmas recolectan insectos comestibles, larvas de
gusanos, hormigas, arañas, saltamontes, además de miel y cera de abejas.
Aunque las actividades de subsistencia
son tareas de la familia nuclear, se establecen convenios de trabajo
cooperativo fuera de ella. Tal es el caso del desmonte de los conucos, en el
que un anfitrión invita a amigos y parientes ofreciendo a cambio comida, bebida
y yopo. Estos intercambios suponen la mutua contraprestación de trabajo.
Los hiwi venden a los criollos carne de
cacería, vegetales silvestres, yopo y chinchorros. Actualmente han incrementado
los cultivos comerciales, sobre todo en los pueblos ubicados a lo largo de los
ríos Manapiare, Orinoco y Vichada. Así mismo, realizan comercio intertribal con
los piaroa y ye’kuana, de quienes obtienen ralladores, bancos de madera,
curiaras y sellos con dibujos geométricos que utilizan para la pintura facial.
No existe entre los hiwis concepto de
tenencia comunal o dominio exclusivo de una determinada área geográfica, aunque
el usufructo de los productos del conuco es exclusividad de la familia nuclear,
ya que se trata del resultado de un trabajo común.
Cada individuo posee derechos
exclusivos sobre sus pertenencias. A las mujeres corresponden los utensilios de
cocina, y a los hombres sus herramientas de trabajo, arcos y flechas,
instrumentos musicales y adornos ceremoniales. Sin embargo, no existen reglas claras
para la distribución de las pertenencias de los muertos. Aunque a las mujeres
se las entierra con su ropa y utensilios de cerámica, algunos objetos pasan a
una hija y, ocasionalmente, a una hermana. Igualmente, los hombres son
enterrados con sus instrumentos de trabajo, ropa, adornos y banquillo
ceremonial, siendo posible que hachas, machetes y curiaras le sean asignados a
un hijo mayor, un hermano o al marido de una hija. Esta imprecisión de las
normas de herencia suele ocasionar descontento y enemistades familiares.
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