Presentación

"El trabajo no debe ser vendido como mercancía, debe ser ofrecido como un regalo a la comunidad"

Ernesto Che Guevara



Por el derecho que tienen los pueblos a saber su propia historia. Por el derecho a conocer sus tradiciones y cosmovisión indígena. Por el derecho a conocer la leyes que los amparan. Por el derecho a socializar el conocimiento liberándolo de la propiedad privada, del autor individual, la editorial, la fundación, la empresa, el mercado y cualquier otro tipo de apropiador que ponga precio a lo que es patrimonio de la humanidad.

Siguiendo el ejemplo de la cultura del regalo que practican los pueblos originarios de todas las latitudes y en la conciencia de que el otro, es también mi hermano: “sangre de mi sangre y huesos de mis huesos”, concepto que los indígenas de Venezuela resumen con el término pariente, he desarrollado esta página, con la idea de compartir estos saberes, fruto de años de investigación en el campo antropológico, para que puedas hacer libre uso de un conjunto de textos, muchos de los cuales derivaron del conocimiento colectivo de otros tantos autores, cuya fuente ha alimentado mi experiencia humana y espiritual.

A mis maestros quienes también dedicaron su vida a la investigación en este campo, apostando de antemano, que por este camino jamás se harían ricos, a los indígenas que me mostraron sus visiones del mundo, a los talladores, ceramistas, cesteros, tejedores, indígenas y campesinos que me hablaron de su oficio.

A Roberto y a Emilio quienes murieron en la selva acompañándome en aventuras de conocimiento, a mis colegas de los equipos comunitarios de Catia TVe, a los colegas de los museos en los que he trabajado, a mis compas de la Escuela de la Percepción, a mis amigas que me han apoyado y a los que me han adversado, mi mayor gratitud.

Lelia Delgado
Centro de Estudios de Estética Indígena
Leliadelgado07@gmail.com

jueves, 29 de noviembre de 2012

Hiwi-Jivi Estrategias de sobrevivencia






Estrategias de sobrevivencia
Las actividades de subsistencia varían de acuerdo con las fluctuaciones estacionales, lo que se refleja en la adaptación de este grupo a dos nichos ecológicos distintos: sabanas y selvas de galería.
Aproximadamente, 60% de la población hiwi, sobre todo la de Colombia, corresponde a cultivadores seminómadas o estacionales. Ellos ocupan los poblados durante la estación lluviosa y se dedican a la caza, pesca y recolección en los meses secos. Esta manera de vivir ha ido desapareciendo debido al impacto ejercido por la colonización de los llanos. El cultivo sedentario a gran escala adquiere cada vez más importancia, sobre todo entre los indígenas que habitan a lo largo de los ríos Orinoco y Manapiare del estado Amazonas, y del río Capanaparo del estado Apure9.
Practican la agricultura de tala y quema, siendo su principal producto la yuca amarga. Siembran yuca dulce, batata, ñame, ají, plátano, frijol, caña de azúcar y piña, aunque de importancia secundaria en su dieta, además de algunas especies no alimenticias, como el barbasco, el algodón, el capi y el tabaco.
El desmonte de las parcelas es una tarea específica de los hombres. Al igual que en otras etnias de la cuenca amazónica, las mujeres realizan buena parte del trabajo agrícola y el procesamiento de los alimentos, lo que implica rallar y prensar la yuca amarga para extraer de ella el ácido prúsico y procesar el cazabe.
La caza es una de sus principales actividades de subsistencia. Sus técnicas son simples y fáciles de aprender. Las partidas de caza se organizan entre parientes cercanos, mujeres y niños, quienes golpean con macanas, machetes y palos las bestias que van cercando. Practican la cacería con arcos y flechas de formas y tamaños adecuados al tipo de presa.
Las flechas se confeccionan con caña brava y se decoran con plumas de paují. Antiguamente estas puntas se hacían con maderas duras o hueso. En la actualidad se manufacturan con metal proveniente de machetes y cuchillos desechados.
Existen restricciones de caza por motivos mágico-religiosos. Se cree que el cazador tendrá mala suerte si consume alimentos o tiene relaciones sexuales la noche anterior a la cacería. Así mismo, poseen normas relativas a la distribución de la carne, pues quien haya matado un animal deberá donar determinadas partes de la presa a sus suegros, tomar otras para sí, y lo demás, repartirlo de manera equitativa entre los compañeros de cacería.
El cazador diestro es admirado por su grupo. Su éxito se debe al cuidado y respeto puesto en las relaciones hombre-animal, siendo normal el uso de preparados mágicos para que la suerte los acompañe10.
 Los principales animales de cacería son la iguana, el acure, el cachicamo, el chigüire, el venado, la lapa, el báquiro, el oso hormiguero, el conejo, el puerco espín, la danta y los monos, además de algunas aves como palomas, loros, guacamayos y tucanes. No matan ni comen carne de tigre, zorro, caimán y culebra, que consideran antepasados totémicos.
La pesca proporciona buena parte de las proteínas de su dieta diaria. Pescan con arco y flecha, hilos, anzuelos, redes y pequeñas nasas. En la noche, para atraer a los peces, usan antorchas. Es frecuente el uso de barbasco; a tal efecto, un líder y dos ayudantes colocan el veneno en el agua luego de obstruir un pequeño caño o riachuelo. El barbasco se corta y ata en manojos que colocan sobre rejillas de madera. Cuando éste hace efecto, disparan flechas sobre los peces que salen a la superficie. Para evitar transgresiones del orden natural, los participantes en la pesca colectiva deberán abstenerse, al igual que los cazadores, de tener relaciones sexuales la noche anterior12. Así mismo, las mujeres embarazadas o menstruantes deberán abstenerse de participar, pues esto atraería la mala suerte. Si la pesca ha sido abundante, salan o ahúman los excedentes. También preparan harina de pescado que se reserva para cuando la carne de cacería escasea.
Entre los grupos nómadas la recolección constituye una importante fuente de obtención de alimentos, productos medicinales y materias primas artesanales. Los productos de recolección incluyen frutos, nueces, insectos, lagartos, tortugas y huevos. Estos últimos los comen crudos o secados al sol.
La recolección es tarea de mujeres y hombres. El método consiste en quemar la vegetación de la sabana. Cuando el fuego ha pasado, recogen los restos quemados de tortugas, culebras e insectos13.
Suelen consumir los frutos de las palmas de moriche, seje y cucurito, con los que preparan gran diversidad de comidas y bebidas. De estas palmas recolectan insectos comestibles, larvas de gusanos, hormigas, arañas, saltamontes, además de miel y cera de abejas.
Aunque las actividades de subsistencia son tareas de la familia nuclear, se establecen convenios de trabajo cooperativo fuera de ella. Tal es el caso del desmonte de los conucos, en el que un anfitrión invita a amigos y parientes ofreciendo a cambio comida, bebida y yopo. Estos intercambios suponen la mutua contraprestación de trabajo.
Los hiwi venden a los criollos carne de cacería, vegetales silvestres, yopo y chinchorros. Actualmente han incrementado los cultivos comerciales, sobre todo en los pueblos ubicados a lo largo de los ríos Manapiare, Orinoco y Vichada. Así mismo, realizan comercio intertribal con los piaroa y ye’kuana, de quienes obtienen ralladores, bancos de madera, curiaras y sellos con dibujos geométricos que utilizan para la pintura facial.
No existe entre los hiwis concepto de tenencia comunal o dominio exclusivo de una determinada área geográfica, aunque el usufructo de los productos del conuco es exclusividad de la familia nuclear, ya que se trata del resultado de un trabajo común.
Cada individuo posee derechos exclusivos sobre sus pertenencias. A las mujeres corresponden los utensilios de cocina, y a los hombres sus herramientas de trabajo, arcos y flechas, instrumentos musicales y adornos ceremoniales. Sin embargo, no existen reglas claras para la distribución de las pertenencias de los muertos. Aunque a las mujeres se las entierra con su ropa y utensilios de cerámica, algunos objetos pasan a una hija y, ocasionalmente, a una hermana. Igualmente, los hombres son enterrados con sus instrumentos de trabajo, ropa, adornos y banquillo ceremonial, siendo posible que hachas, machetes y curiaras le sean asignados a un hijo mayor, un hermano o al marido de una hija. Esta imprecisión de las normas de herencia suele ocasionar descontento y enemistades familiares.

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