Presentación

"El trabajo no debe ser vendido como mercancía, debe ser ofrecido como un regalo a la comunidad"

Ernesto Che Guevara



Por el derecho que tienen los pueblos a saber su propia historia. Por el derecho a conocer sus tradiciones y cosmovisión indígena. Por el derecho a conocer la leyes que los amparan. Por el derecho a socializar el conocimiento liberándolo de la propiedad privada, del autor individual, la editorial, la fundación, la empresa, el mercado y cualquier otro tipo de apropiador que ponga precio a lo que es patrimonio de la humanidad.

Siguiendo el ejemplo de la cultura del regalo que practican los pueblos originarios de todas las latitudes y en la conciencia de que el otro, es también mi hermano: “sangre de mi sangre y huesos de mis huesos”, concepto que los indígenas de Venezuela resumen con el término pariente, he desarrollado esta página, con la idea de compartir estos saberes, fruto de años de investigación en el campo antropológico, para que puedas hacer libre uso de un conjunto de textos, muchos de los cuales derivaron del conocimiento colectivo de otros tantos autores, cuya fuente ha alimentado mi experiencia humana y espiritual.

A mis maestros quienes también dedicaron su vida a la investigación en este campo, apostando de antemano, que por este camino jamás se harían ricos, a los indígenas que me mostraron sus visiones del mundo, a los talladores, ceramistas, cesteros, tejedores, indígenas y campesinos que me hablaron de su oficio.

A Roberto y a Emilio quienes murieron en la selva acompañándome en aventuras de conocimiento, a mis colegas de los equipos comunitarios de Catia TVe, a los colegas de los museos en los que he trabajado, a mis compas de la Escuela de la Percepción, a mis amigas que me han apoyado y a los que me han adversado, mi mayor gratitud.

Lelia Delgado
Centro de Estudios de Estética Indígena
Leliadelgado07@gmail.com

martes, 6 de marzo de 2012

E'ñepa. Panare II- Cultura y Tradición. Del Libro Via Indígena en el Orinoco










Existen dos tipos de casas comunales: la casa redonda con techo cónico y la de planta rectangular u oblonga, cuyo techo cubierto con hojas de palma llega hasta el piso. La casa circular se levanta sobre una serie de postes trabados por viguetas que se acoplan dentro de muescas talladas y atadas con ligaduras de corteza. En el centro del círculo se erige un poste-cumbrera de unos ocho metros de altura. El techo se forma con una serie de viguetas colocadas diagonalmente cuyos extremos convergen y se amarran al poste central. A éstas se entreteje una serie de varas finas que forman una trama la cual se recubre con haces de hojas de palma colocados en hileras sucesivas. Al frente de la casa se deja una abertura a la que se accede por una especie de túnel de cuatro metros de longitud15.
El espacio interior de la vivienda se divide de acuerdo a un patrón fijo. En él cada familia nuclear ocupa un espacio determinado. Allí se colocan las pertenencias personales, los chinchorros, las cestas y los fogones. Algunos autores han señalado cierto desaseo en los alrededores de las casas e’ñepa. No obstante, el spacio interior es sumamente limpio. Respecto a esto, Johannes Wilbert señala:
Yo personalmente experimenté siempre una sensación muy particular al entrar en una churuata. Todo era tranquilidad y sosiego. El ambiente externo pierde allí su intensidad. Los ojos cansados por la fuerte luz del sol experimentan un saludable refrigerio; hasta parece que los músculos de la cara se relajan ante este aspecto de novedad, donde no penetran los ruidos del ambiente y los insectos pactan con nosotros una tregua momentánea. No veo qué consideración higiénica o estética se podría invocar para que esos indios abandonen su fresca churuata y vivan en esos hornos fabricados con adobes y techo de zinc, donde se concentra todo el calor de un sol de fuego16.
Los e’ñepa son endógamos. Las alianzas matrimoniales se realizan con preferencia entre parientes cercanos117. Su cercanía hace solidarios a los miembros del grupo local y contribuye a fortalecer los lazos de cooperación a que obliga el hecho de compartir la misma casa y los alimentos.
Además de las viviendas colectivas es común la construcción de estructuras más pequeñas techadas con palma que se sostienen sobre dos horcones laterales y tres centrales. Estas casas sirven como albergue a los huéspedes criollos, almacén o lugar en el que se realizan trabajos artesanales.
Los e’ñepa tienen una vivienda permanente y otras provisionales. En la primera pasan largas temporadas. Las otras pueden ubicarse en el conuco o cerca de un morichal, lo que les permite abastecerse de alimentos y agua durante la estación seca. Esta práctica ha implicado la explotación de diversos recursos naturales, haciendo de la agricultura de tala y quema, la pesca, caza y recolección, la base de su economía.
El vestido habitual de los e’ñepa es el guayuco de algodón tejido que tiñen de rojo con onoto. Éste se pasa por entre las piernas y se amarra alrededor de la cintura. De sus extremos penden grandes borlas decorativas que cuelgan sobre la parte posterior del cuerpo. El guayuco se sujeta con un cinturón hecho de cabello humano. Los jóvenes usan bandas tejidas de algodón que cruzan sobre el pecho y la espalda. A diferencia de otras etnias de esta región, interesadas en el uso de ropa criolla, los e’ñepa utilizan tranquilamente su vestido ancestral cuando visitan los poblados criollos.
Ambos sexos se adornan con sartas de cuentas de vidrio que tienen un valor inestimable, y a pesar de su elevado precio, continúan usándolas. Los hombres las colocan en los brazos, y las mujeres las usan en gruesos collares sobre el pecho, prefiriendo los tonos azul y blanco, que intercalan con monedas de níquel martilladas.
También la pintura corporal es frecuente entre hombres y mujeres. A tal efecto, graban y tallan sellos de madera con los más variados diseños, formas y tamaños. Esta práctica se realiza durante toda la vida. A los niños se les pintan manos y pies con onoto desde que nacen hasta los seis años. También es frecuente pintarles, alrededor de los ojos, una serie de puntos que aluden a la lechuza como animal protector18.
Los jóvenes utilizan diseños geométricos: puntos, líneas serpenteantes y círculos con los que cubren el cuerpo completo. Esto tiene lugar en la estación seca, momento que da entrada a las fiestas de iniciación, para lo cual impregnan sellos de madera en una substancia colorante hecha a base de onoto y grasa animal. Además de las tonalidades rojizas usan el negro proveniente del caruto, que se mantiene sobre la piel durante varios días19.
La extensa geometría de los signos de la pintura corporal e’ñepa encierra las fórmulas del poder chamánico. El signo de mayor fuerza es la anaconda, animal simbólico de muchas comunidades de la cuenca amazónica. También son frecuentes las representaciones de sapos, tigres, monos, serpientes, lagartos y soles, entre muchas otras.
El tejido de chinchorros y guayucos y la cordelería son prácticas comunes de la cultura material e’ñepa. Las mujeres tejen en sencillos telares horizontales de forma oval. Las motas del algodón cultivado en los conucos son hiladas mediante un proceso que requiere de extraordinaria habilidad, en el que se emplean pies y manos. De acuerdo con Johannes Wilbert, en este proceso “la mujer, sentada en el suelo, sostiene el copo de algodón sujeto al antebrazo izquierdo. Con los dedos de la mano izquierda desliza una hebra que pasa por entre los dedos del pie izquierdo. El extremo de la hebra se sujeta al huso, que la india hace girar sobre el muslo de la pierna derecha, y de esta manera enrolla el hilo” 20.
Aunque son diestros en las artes del telar, el tejido de cestas, labor esencialmente masculina, ocupa buena parte de su “tiempo libre”. El proceso de aprendizaje comienza en la infancia sin que exista instrucción formal. Los niños observan a los tejedores de mayor edad. Poco a poco van tejiendo las partes hasta que logran su primera cesta. Si encuentran dificultades técnicas piden consejo al padre o a algún familiar21. Los jóvenes suelen ser prolíficos en el tejido de guapas que destinan a la venta. Ellos tienen más tiempo y menos responsabilidades que los mayores casados y con hijos, quienes tejen cestas funcionales, como mapires, manares, petacas, sopladores, esteras para secar pescado y sebucanes con los que prensan la masa de la yuca amarga.
El tejido de sebucanes, realizado generalmente por ancianos, refleja una práctica social e’ñepa que asigna a los individuos de edad más responsabilidades que privilegios: éstos se dedican a confeccionar objetos de uso colectivo. El hecho de ser tejedor no implica privilegios. Un buen cestero está orgulloso, disfruta de su trabajo y para él, a pesar del interés comercial de las guapas, tejer es ante todo un pasatiempo22.
En la investigación de Mattei-Müller y Henley23 sobre cestería e’ñepa los autores observan que ésta fue oficio tradicional. Sin embargo, a partir de 1960, cuando el comercio de sarrapia, su principal producto de intercambio comercial, comenzó a declinar, debieron ampliar las posibilidades técnicas de su cestería tradicional para crear objetos que pudieran comerciar con los criollos y así obtener el dinero necesario para adquirir productos industriales.
La adopción de modelos de la cestería ye’kuana, que pertenece a la más amplia tradición guayanesa, representó avances técnicos y posibilidades de representación gráfica desconocidos hasta ese momento por los e’ñepa. Luego de algunos años de trabajo se liberaron de las convenciones ye’kuanas, creando la nueva cestería e’ñepa, que ocupa actualmente una posición única en la tradición de cestería guayanesa, modalidad que conoce como “e’ñepa moderno” 24.
Lo que caracteriza a la cestería “e’ñepa moderna” es su estilo figurativo, no estrictamente sometido a las convenciones técnicas de la tradición guayanesa. Esto les ha permitido dar rienda suelta a la imaginación. Como bien han señalado Mattei-Müller y Henley25, el “e’ñepa moderno” plantea una nueva actitud estética, así como una relación distinta entre el artesano y sus objetos, que coloca a la significación por encima de la técnica. Se trata de motivos permanentemente innovadores que han permitido la creación de una iconografía cuyo énfasis radica en una mayor precisión en los detalles. El uso de ciertas formas de perspectiva rompe con el tradicional perfil plano de la cestería ye’kuana. Esto hace de la guapa el medio de expresión artística más elaborado de los e‘ñepa.
La cestería no es la única actividad estética que pertenece al universo creativo masculino. A las mujeres también les está prohibida la ejecución de instrumentos musicales y el uso de atavíos festivos. Entre los instrumentos musicales se destacan las maracas, las flautas de Pan, el aramotaimo y el bastón sonajero.
La maraca, mucho más simple que la usada por los ye’kuana, es una calabaza provista de un mango de madera sin decoración alguna. En su interior, y para producir su sonido característico, se colocan pequeñas piedras.
Con las maracas iniciamos los bailes y cantos. Hay una sola maraca. Nunca tocamos dos como los criollos. Al sacudirla llamamos a los espíritus ko'cham para que vengan y para que se vayan. Durante las grandes fiestas, la del guayuco o la de los muertos, la maraca no puede ser agarrada por cualquiera. Eso es tarea del o’chi’chan, el dueño del cachiri, el maestro de ceremonia26.
El aramotaimo es una especie de clarinete de aproximadamente dos metros de largo y de sonido profundo. Se usa casi siempre en pareja, uno de un tono ligeramente más bajo que el otro. Al bastón sonajero, tallado en madera, se le colocan picos de tucán de manera que al golpearlo contra el suelo produzca un sonido singular.

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