Existen dos tipos de casas comunales: la casa
redonda con techo cónico y la de planta rectangular u oblonga, cuyo techo
cubierto con hojas de palma llega hasta el piso. La casa circular se levanta
sobre una serie de postes trabados por viguetas que se acoplan dentro de
muescas talladas y atadas con ligaduras de corteza. En el centro del círculo se
erige un poste-cumbrera de unos ocho metros de altura. El techo se forma con
una serie de viguetas colocadas diagonalmente cuyos extremos convergen y se
amarran al poste central. A éstas se entreteje una serie de varas finas que
forman una trama la cual se recubre con haces de hojas de palma colocados en
hileras sucesivas. Al frente de la casa se deja una abertura a la que se accede
por una especie de túnel de cuatro metros de longitud15.
El
espacio interior de la vivienda se divide de acuerdo a un patrón fijo. En él
cada familia nuclear ocupa un espacio determinado. Allí se colocan las
pertenencias personales, los chinchorros, las cestas y los fogones. Algunos
autores han señalado cierto desaseo en los alrededores de las casas e’ñepa. No
obstante, el spacio interior es sumamente limpio. Respecto a esto, Johannes
Wilbert señala:
Yo
personalmente experimenté siempre una sensación muy particular al entrar en una
churuata. Todo era tranquilidad y sosiego. El ambiente externo pierde allí su
intensidad. Los ojos cansados por la fuerte luz del sol experimentan un
saludable refrigerio; hasta parece que los músculos de la cara se relajan ante
este aspecto de novedad, donde no penetran los ruidos del ambiente y los
insectos pactan con nosotros una tregua momentánea. No veo qué consideración
higiénica o estética se podría invocar para que esos indios abandonen su fresca
churuata y vivan en esos hornos fabricados con adobes y techo de zinc, donde se
concentra todo el calor de un sol de fuego16.
Los e’ñepa son endógamos. Las alianzas matrimoniales
se realizan con preferencia entre parientes cercanos117. Su cercanía
hace solidarios a los miembros del grupo local y contribuye a fortalecer los
lazos de cooperación a que obliga el hecho de compartir la misma casa y los
alimentos.
Además de las viviendas colectivas es común la
construcción de estructuras más pequeñas techadas con palma que se sostienen
sobre dos horcones laterales y tres centrales. Estas casas sirven como albergue
a los huéspedes criollos, almacén o lugar en el que se realizan trabajos
artesanales.
Los e’ñepa tienen una vivienda permanente y otras
provisionales. En la primera pasan largas temporadas. Las otras pueden ubicarse
en el conuco o cerca de un morichal, lo que les permite abastecerse de alimentos
y agua durante la estación seca. Esta práctica ha implicado la explotación de
diversos recursos naturales, haciendo de la agricultura de tala y quema, la
pesca, caza y recolección, la base de su economía.
El vestido habitual de los e’ñepa es el guayuco de
algodón tejido que tiñen de rojo con onoto. Éste se pasa por entre las piernas
y se amarra alrededor de la cintura. De sus extremos penden grandes borlas
decorativas que cuelgan sobre la parte posterior del cuerpo. El guayuco se
sujeta con un cinturón hecho de cabello humano. Los jóvenes usan bandas tejidas
de algodón que cruzan sobre el pecho y la espalda. A diferencia de otras etnias
de esta región, interesadas en el uso de ropa criolla, los e’ñepa utilizan
tranquilamente su vestido ancestral cuando visitan los poblados criollos.
Ambos sexos se adornan con sartas de cuentas de
vidrio que tienen un valor inestimable, y a pesar de su elevado precio,
continúan usándolas. Los hombres las colocan en los brazos, y las mujeres las
usan en gruesos collares sobre el pecho, prefiriendo los tonos azul y blanco,
que intercalan con monedas de níquel martilladas.
También la pintura corporal es frecuente entre
hombres y mujeres. A tal efecto, graban y tallan sellos de madera con los más
variados diseños, formas y tamaños. Esta práctica se realiza durante toda la
vida. A los niños se les pintan manos y pies con onoto desde que nacen hasta
los seis años. También es frecuente pintarles, alrededor de los ojos, una serie
de puntos que aluden a la lechuza como animal protector18.
Los jóvenes utilizan diseños geométricos: puntos,
líneas serpenteantes y círculos con los que cubren el cuerpo completo. Esto
tiene lugar en la estación seca, momento que da entrada a las fiestas de
iniciación, para lo cual impregnan sellos de madera en una substancia colorante
hecha a base de onoto y grasa animal. Además de las tonalidades rojizas usan el
negro proveniente del caruto, que se mantiene sobre la piel durante varios días19.
La extensa geometría de los signos de la pintura
corporal e’ñepa encierra las fórmulas del poder chamánico. El signo de mayor
fuerza es la anaconda, animal simbólico de muchas comunidades de la cuenca
amazónica. También son frecuentes las representaciones de sapos, tigres, monos,
serpientes, lagartos y soles, entre muchas otras.
El tejido de chinchorros y guayucos y la cordelería
son prácticas comunes de la cultura material e’ñepa. Las mujeres tejen en
sencillos telares horizontales de forma oval. Las motas del algodón cultivado
en los conucos son hiladas mediante un proceso que requiere de extraordinaria
habilidad, en el que se emplean pies y manos. De acuerdo con Johannes Wilbert,
en este proceso “la mujer, sentada en el suelo, sostiene el copo de algodón
sujeto al antebrazo izquierdo. Con los dedos de la mano izquierda desliza una
hebra que pasa por entre los dedos del pie izquierdo. El extremo de la hebra se
sujeta al huso, que la india hace girar sobre el muslo de la pierna derecha, y
de esta manera enrolla el hilo” 20.
Aunque son diestros en las artes del telar, el tejido
de cestas, labor esencialmente masculina, ocupa buena parte de su “tiempo
libre”. El proceso de aprendizaje comienza en la infancia sin que exista
instrucción formal. Los niños observan a los tejedores de mayor edad. Poco a
poco van tejiendo las partes hasta que logran su primera cesta. Si encuentran
dificultades técnicas piden consejo al padre o a algún familiar21.
Los jóvenes suelen ser prolíficos en el tejido de guapas que destinan a la
venta. Ellos tienen más tiempo y menos responsabilidades que los mayores
casados y con hijos, quienes tejen cestas funcionales, como mapires, manares,
petacas, sopladores, esteras para secar pescado y sebucanes con los que prensan
la masa de la yuca amarga.
El tejido de sebucanes, realizado generalmente por
ancianos, refleja una práctica social e’ñepa que asigna a los individuos de
edad más responsabilidades que privilegios: éstos se dedican a confeccionar
objetos de uso colectivo. El hecho de ser tejedor no implica privilegios. Un
buen cestero está orgulloso, disfruta de su trabajo y para él, a pesar del
interés comercial de las guapas, tejer es ante todo un pasatiempo22.
En la investigación de Mattei-Müller y Henley23
sobre cestería e’ñepa los autores observan que ésta fue oficio tradicional. Sin
embargo, a partir de 1960, cuando el comercio de sarrapia, su principal
producto de intercambio comercial, comenzó a declinar, debieron ampliar las
posibilidades técnicas de su cestería tradicional para crear objetos que
pudieran comerciar con los criollos y así obtener el dinero necesario para
adquirir productos industriales.
La adopción de modelos de la cestería ye’kuana, que
pertenece a la más amplia tradición guayanesa, representó avances técnicos y
posibilidades de representación gráfica desconocidos hasta ese momento por los
e’ñepa. Luego de algunos años de trabajo se liberaron de las convenciones
ye’kuanas, creando la nueva cestería e’ñepa, que ocupa actualmente una posición
única en la tradición de cestería guayanesa, modalidad que conoce como “e’ñepa
moderno” 24.
Lo que caracteriza a la cestería “e’ñepa moderna” es
su estilo figurativo, no estrictamente sometido a las convenciones técnicas de
la tradición guayanesa. Esto les ha permitido dar rienda suelta a la
imaginación. Como bien han señalado Mattei-Müller y Henley25, el
“e’ñepa moderno” plantea una nueva actitud estética, así como una relación
distinta entre el artesano y sus objetos, que coloca a la significación por
encima de la técnica. Se trata de motivos permanentemente innovadores que han
permitido la creación de una iconografía cuyo énfasis radica en una mayor
precisión en los detalles. El uso de ciertas formas de perspectiva rompe con el
tradicional perfil plano de la cestería ye’kuana. Esto hace de la guapa el
medio de expresión artística más elaborado de los e‘ñepa.
La cestería no es la única actividad estética que
pertenece al universo creativo masculino. A las mujeres también les está
prohibida la ejecución de instrumentos musicales y el uso de atavíos festivos.
Entre los instrumentos musicales se destacan las maracas, las flautas de Pan,
el aramotaimo y el bastón sonajero.
La maraca, mucho más simple que la usada por los
ye’kuana, es una calabaza provista de un mango de madera sin decoración alguna.
En su interior, y para producir su sonido característico, se colocan pequeñas
piedras.
Con las maracas iniciamos los bailes y cantos. Hay
una sola maraca. Nunca tocamos dos como los criollos. Al sacudirla llamamos a
los espíritus ko'cham para que vengan y para que se vayan. Durante las grandes
fiestas, la del guayuco o la de los muertos, la maraca no puede ser agarrada
por cualquiera. Eso es tarea del o’chi’chan, el dueño del cachiri, el maestro
de ceremonia26.
El aramotaimo
es una especie de clarinete de aproximadamente dos metros de largo y de sonido
profundo. Se usa casi siempre en pareja, uno de un tono ligeramente más bajo
que el otro. Al bastón sonajero, tallado en madera, se le colocan picos de
tucán de manera que al golpearlo contra el suelo produzca un sonido singular.
Este artículo sobre los E´ñepa continuará........
ResponderEliminarGRACIAS POR ESTA AYUDA QUE ME DIERON
ResponderEliminarTENGO UNA EXPOSICIÓN EL 3-11 Y EL 13-11
ResponderEliminarCLARO QUE CONTINUARA
ResponderEliminarcuantos habitantes hay en el pueblo indigena EÑEPA
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