Un
traquetear de las maderas del telar afirma que hoy, en muchos rincones de
Venezuela se continúa desarrollando una tradición textil iniciada hace ya más
de cinco siglos. Con toda la paciencia que requiere el oficio, y en un acompasado
entrecruzamiento de la urdimbre con la trama, nuestros tejedores van alzando y
hundiendo los hilos de vistosos colores –el natural de la fibra o de la lana de
oveja, y el artificial del tinte industrial, con los que crean, no sólo piezas
de adorno, vestimenta y lecho, sino también hermosos tejidos para cobijarse del
frío.
La manufactura de tejidos es una de las técnicas de
mayor antigüedad; surgió del ingenio del hombre en su intento por satisfacer
necesidades básicas como protegerse del sol, del frío y de la lluvia. Aunque en
nuestro país no se hayan encontrado muestras de textilería arqueológica,
sabemos de su existencia por el hallazgo de instrumentos de trabajo tales como
agujas de hueso y volantes de huso para el hilado de algodón, ampliamente
cultivado en muchas regiones venezolanas, en donde se le dio variedad de usos y
se desarrollaron diversas técnicas de manufactura. Empleando sustancias
tintoreras naturales para colorear los hilos que conformaban trama y urdimbre
de telares rudimentarios, los indígenas confeccionaron mantas, chinchorros y
otros géneros textiles.
Tras la invasión europea, los españoles reconocieron tal destreza y muy
pronto introdujeron los complejos telares europeos de lizos y pedales, y el uso
de lana de ovejas traídas de Castilla. Hacia finales de 1605, ya se producía en
Mérida, Trujillo, Coro y Barquisimeto alfombras de lana y telas de algodón de
muy buena calidad. Durante el siglo xviii,
los lienzos producidos en El Tocuyo fueron un importante producto de intercambio
comercial. Los géneros tejidos fueron usados por los indígenas como forma de
pago a sus curas doctrineros.
La textilería
es un oficio que implica la extracción, el lavado y el secado de fibras para
entrecruzarlas y anudarlas a mano, con agujas o en telares. Las artes del
tejido han permanecido en muchos lugares de nuestro país.
En los tórridos y espinosos aledaños de Tintorero, donde el algodón industrial
ha sustituido por completo a la lana, un grupo de artesanos encabezados por la
memoria de Sixto Sarmiento, ha
continuado el oficio del tejido convirtiéndolo en industria de excelencia y
rendimiento. En caseríos húmedos y
frescos de las montañas andinas,
como los aledaños de Mucuchíes, aún se confeccionan ruanas y cobijas tejidas
con la lana hilada de manera artesanal. También, en los
poblados indígenas, tejedores y tejeroras
por tradición, conservan el oficio milenario de trenzar cordones de
adorno corporal, guayucos, bolsos, hamacas y chinchorros, cuyos signos esconden
detrás de cada “dibujo” un universo de significación. Su estética se aprende en
las alegorías de los cantos nocturnos que entonan los ancianos, cuya filosofía
es un poder que vive y crece en cada ser con el tiempo y la experiencia, pues
tejer no es un oficio profano, es vincular en ello esta presente su
cosmovisión, su mitología y sus creencias.
Alfombras y
tapetes
En la actualidad, la actividad artesanal de los
tejidos de Tintorero en el estado
Lara es una expresión local de una forma de industria manual que se afianzó con
el tiempo en una larga tradición que se ha ido modificando progresivamente.
Entre las piezas pequeñas de mayor demanda están los
pañitos de mesa, también llamados individuales,
hechos con algodón industrial multicolor en telares horizontales de lizos. La
belleza de estos tapetes viene dada por los variados matices, sombrados y
salpicados, que a la par, producen líneas de distinto grosor o configuraciones
geométricas de diversos tamaños. No es nada raro encontrar restaurantes en las
zonas aledañas a Tintorero, y en otras partes del país, en donde las mesas
estén recubiertas con individuales y servilletas fabricadas en esta comunidad.
Los distintos talleres que funcionan actualmente en
Tintorero mantienen una venta constante de estos tejidos; la mayoría de ellos
posee un espacio especialmente destinado para la venta y la atención al
público. Periódicamente también se realizan distintas exposiciones y ferias
regionales, nacionales e internacionales –como La Feria Internacional de Artesanía de Tintorero–, en las que se da
a conocer la actividad artesanal de la región y cada taller expone el estilo
particular de sus diseños.
Otra región de nuestro país en donde hay hombres y
mujeres que expresan su herencia cultural mediante el tejido artesanal es, sin
duda alguna, Mérida. Las alfombras merideñas originalmente se
hacen en telares de alto lizo, colocando los hilos en la urdimbre de manera
vertical, siendo una particularidad del tejido de esta región el uso de un nudo
sencillo, no doble como el de las alfombras persas y turcas. Las alfombras de
lana generalmente se tiñen con tintes comerciales; algunas de ellas presentan
formas alargadas que son tradicionales para cubrir el “corredor” de las
antiguas casas. Los tejedores andinos también confeccionan unas carpetas tramadas en lana teñida con
“raicita” y añil, usadas como cobertor impermeable en los fríos poblados.
Por otra parte, en algunas regiones de Venezuela se
teje la estera o petate, una especie de alfombra tejida
que se utiliza principalmente con fines de descanso, así como también para
comer y realizar labores domésticas. Algunos indígenas la usan para cubrir la
parte exterior de sus viviendas o como divisorio interno de los espacios, para
cerrar puertas y ventanas o cubrir la carga de las curiaras. Las esteras se fabrican
con hojas de palma cuya vena central no se desprende. Las hojas separadas en
flecos y unidas por la vena se van plegando entre sí, entrecruzando unas sobre
otras.
Hamacas y
chinchorros
El tejido de hamacas y chinchorros, enseres colgantes de origen indígena destinados al
sueño, al descanso, al amor y la muerte, se ha extendido a todas las regiones
del país, adoptando en cada lugar una expresión propia que los caracteriza y
diferencia. Aun cuando sus elementos básicos pueden ser los mismos, las técnicas
se adecuan a la tradición, al clima y a las fibras producidas en cada región.
En Venezuela
hacemos distinción entre chinchorro y hamaca, según el tipo de punto utilizado.
Mientras que en el primero el tejido se hace abierto y elástico, en la segunda se
teje una trama tupida como una tela. Generalmente ambos se tejen con el método
de tejido plano, en telares verticales a manera de bastidor, cuyas dimensiones
y tipos de madera pueden variar. En la mayoría de los casos, tejer chinchorros
y hamacas es para hombres y mujeres, indígenas o campesinos de todo el país,
una de las más importantes fuentes de ingreso en su economía doméstica.
Las técnicas
más usadas para el tejido de hamacas y chinchorros son la malla, la cadeneta o
tripa y la caireles. En la isla de Margarita, estado Nueva Esparta, Anzoátegui
y otras regiones del país se usan fibras de algodón hilado en casa o algodón
industrial, llamado pabilo o guaralillo,
generalmente de color crudo. En los Andes, Mérida
y Táchira se teje la lana de oveja.
En Monagas, especialmente en
Aguasay, se teje la fina fibra de curagua, empleando a veces la técnica de
caireles hechos en algodón sobre la misma curagua en un proceso que las
tejedoras denominan “pintar el chinchorro”. En Falcón y Lara se tejen
chinchorros con el hilo sacado de las dentadas hojas del cocuy, llamado hipopo o dispopo. La cenefa decorativa que tienen algunos chinchorros
generalmente es tejida y anudada a mano.
Entre las
comunidades indígenas de Venezuela las hamacas y los chinchorros siguen siendo
parte indispensable del ajuar doméstico, lo cual no excluye su fabricación para
la venta. Antiguamente, las hamacas eran utilizadas para transportar en hombros
a los caciques, uso que les confería un carácter especial. Además, eran un
elemento importante en la celebración de ritos de iniciación de la pubertad y
en otras ceremonias. Durante la época
colonial, y por su funcionalidad, estos tejidos también se usaron para el
transporte de enfermos y heridos.
En oriente,
principalmente en los poblados indios del Delta,
se usa la fibra del moriche. En Amazonas,
los Yanomami hacen rudimentarios chinchorros con un haz descortezado de bejuco
mamure. En la península de la Guajira, las tejedoras emplean principalmente
algodón mercerizado, utilizando las técnicas del paleteado, trenzado
entrecruzado, ganchillo, anudado y cordelería para confeccionar chinchorros de impecable acabado. Los colores
que se le dan a las fibras se logran con el empleo de anilinas comerciales y
tintas naturales obtenidas de plantas como el dividive, la bosuga, el cucharo.
Cobijas, ruanas y cubrecamas
En Tintorero,
comunidad ubicada a la orilla de la carretera que conduce a Carora (Edo. Lara),
la larga tradición textil constituye el principal medio de subsistencia de los
pobladores de la zona. Los tejidos de Tintorero se caracterizan principalmente
por una profusión de colores, a partir de diversas combinaciones, creada
mediante la sobreposición de los hilos de la trama entre los hilos de la
urdimbre.
En talleres grandes, medianos y pequeños, familias
enteras mantienen un elevado ritmo en la producción de una rica diversidad de
tejidos entre los que destacan las coloridas cobijas y cubrecamas, además de
alfombras, hamacas, chinchorros y sillas colgantes, llamadas masaya. Tal es el caso de los hermanos Esteban Montes y Marcolina Mendoza, quienes han conservado vivo el oficio que
aprendieron de su padre, Juan
Evangelista Torrealba, artesano que introdujo en Tintorero los secretos del
telar y del tejido. Actualmente, el trabajo textil da muestras de
transformaciones que son producto de las
exigencias de los nuevos tiempos, impuestas por el mercado. Ejemplo de
ello lo constituyen algunos talleres que se han visto en la necesidad de
contratar a personas ajenas al núcleo familiar para lograr satisfacer la
creciente demanda de tejidos artesanales. También se han creado variantes
organizativas y gremiales, como es el caso del Grupo Cultural Tintorero.
En esta región, la lana de oveja ya no constituye la
base de la labor artesanal del tejido, pues ha sido sustituida por lana
sintética. Los instrumentos y equipos utilizados en la elaboración de tejidos
también han incorporado múltiples cambios. En el caso del telar, se han
sustituido los distintos tipos de madera tradicionalmente utilizados en su construcción
(cardón, cují, juajua, etc.), por tubos de hierro. Asimismo, hay talleres en
donde el torno eléctrico ha desplazado el torno manual para la preparación de
las cañuelas.
Por otra parte, en las montañas andinas, todavía algunos campesinos conservan la estética
del tinte y de la urdimbre para perpetuar la artesanía del tejido,
confeccionando ruanas y cobijas que utilizan para protegerse del frío. En los
aledaños de Mucuchíes, las cobijas burreras y las ruanas todavía poseen los “rucios”
colores del gris, beige o marrón de las ovejas, en el tradicional diseño a
rayas, típicamente andino, o en diseño a cuadros. Generalmente, la lana virgen
es hilada manualmente, y tejida en telares de dos lizos y pedal. A veces se
juega con los colores mediante la alquimia de viejas materias tintóreas como el
añil, la “concha de aliso”, el “guarapo”, el “ojito”, la “raicita” y la “uña de
gato”, cuyas tonalidades resisten precariamente el cambio producido por las
recién adoptadas anilinas comerciales.
Atavíos y ornamentos
En muchos lugares de Venezuela, principalmente en los
fríos poblados andinos y entre las comunidades que habitan las zonas cálidas de
nuestro territorio, hombres y mujeres, campesinos e indígenas utilizan diversos
tejidos artesanales como parte de su indumentaria.
Una de las formas de ornamento que se dio entre los
años 1910 y 1930 estuvo representada por los conocidos soles de Maracaibo,
encajes de filete en forma de sol, que originalmente fueron material de iglesia
y cuya posterior demanda fue estimulada por la migración de europeos a nuestro
país. Con ellos se confeccionaban pañuelos, manteles, faldellines, mantillas, e
incluso trajes de novia.
La tradición de su tejido, que comenzó siendo una
minuciosa tarea de hogar para las mujeres, aún se conserva en el estado Zulia. Sobre un bastidor de madera o
una base redonda provista de un borde dentado, utilizando una aguja de coser o
de bordar, se crea primero el centro del sol, donde convergen todos los rayos.
En cada cruce de hilos se hace un nudo que sirve como soporte a las formas, las
cuales luego se van enmarcando en un borde exterior tejido con reiteradas
cadenas de puntillo. El uso de hilos de diferente espesor crea diversidad de
texturas en los tradicionales diseños de palma
abierta, rabito ’e perico, margarita, azucena y plumita.
Asimismo, están las alpargatas, tejidas originalmente a mano en pequeños telares de
forma triangular, cuyos lados de madera dentada permiten asegurar los hilos de
algodón o pabilo con los que se conforma una urdimbre en la que se inserta, con
la ayuda de una aguja enhebrada en hilo doble, negro o de color, una trama de
hilos cruzados. Con el tiempo, el telar triangular fue sustituido por una
suerte de máquina metálica accionada con pedales, la cual hizo posible la
fabricación de capelladas en serie.
La capellada
es la parte del cuerpo de la alpargata que cubre el empeine; en algunas
regiones, a ésta se le deja una abertura en la punta del dedo gordo. La capellada se une a la talonera por medio
de dos cintas tejidas llamadas ataderos
o correítas.
La capellada
y la talonera se montan sobre una horma de madera, y son cosidas a una suela de
cuero, caucho, goma, cocuiza o sisal trenzado. Las alpargatas no necesitan
ataduras ya que se calzan fácilmente debido a la elasticidad del tejido.
En el contexto indígena, entre las pocas prendas de
uso que todavía se tejen en Amazonas,
están los guayucos hechos con hilos
de algodón, que varían en tamaño y forma de acuerdo al grupo étnico. El pïrïsi
por ejemplo, es un guayuco femenino Yanomami cuya parte posterior es un haz de
cabos de algodón que forma un arco sobre los glúteos, y la anterior está hecha
con una serie de hilos que caen como flecos sobre el pubis.
Los Ye’Kuana tejen una especie de delantal llamado muwaaju,
el cual es utilizado por las jóvenes en el rito de paso de la infancia a la
adolescencia. Esta prenda manifiesta una interesante adaptación de materiales
no autóctonos, como la mostacilla, pequeñas cuentas de vidrio, principalmente
de colores azul, blanco y rojo, que se insertan en el tejido.
Los indígenas venezolanos, dentro de la indumentaria
cotidiana o ritual, también utilizan bandas
y cordones tejidos como adorno
corporal en cintura, brazos, pantorrillas, piernas y glúteos. Incluso todavía
hoy los Yanomami confeccionan los llamados “cinturones amazónicos”, con los que
atan el pene a un cordel de hilos de algodón que rodea la cintura.
Por su parte, los Wayuu tejen unas mochilas, conocidas como susu,
las cuales según su tamaño y color son utilizadas como bolsos de mano para
cargar objetos de valor y de uso cotidiano. Se tejen con algodón mercerizado en
ganchillo, técnica introducida por misioneras a principio de siglo, que ha
entrado a formar parte de la tradición Wayuu, adoptando los innumerables
patrones decorativos de su estética textil y permitiendo la realización de
artículos para la venta en menor tiempo que los fabricados en telar. Una
variación de los susu son las
mochilas de carga, piula, tejidas con cuero de chivo y anudadas en forma de malla.
Acceder a la estética textil y al simbolismo de los
Wayuu precisa de una paciente travesía por mitos y leyendas para reconocer en
ellos a Wareke, la araña, tejedora
mítica que enseñó a las mujeres el oficio del tejido. Wareke deglutió el algodón y de su boca salieron ya listos y
torcidos los hilos para confeccionar chinchorros, fajas y el sheii,
la rica manta funeraria en cuyo bosque de signos la araña artesana enseñó a los
Wayuu a expresar la complejidad de sus ideas y prácticas sobre la vida y la
muerte.
Redes y cuerdas
En Venezuela, la utilización de redes de pesca es
anterior a la llegada de los españoles. En las regiones costeras, donde la
pesca es la principal actividad económica, originalmente se utilizaban redes
tejidas con fibras vegetales, hoy sustituidas por hilos sintéticos, lo que las
hacen más livianas. Estos tejidos se elaboran directamente con los dedos o bien
empleando grandes agujas de madera. En ocasiones se utiliza un armazón de
bejuco grueso, a manera de telar.
Las redes de pesca más empleadas en las costas de
nuestro país son el trasmallo, el chinchorro y la atarraya o tarraya,
cada una con los agujeros más grandes o más pequeños de acuerdo con el tamaño
de la presa.
La fabricación de cuerdas se ha conservado en
Venezuela, a pesar de la existencia de grandes industrias cordeleras.
Antiguamente se hacían cuerdas de cuero para ser utilizadas en la caza. Durante
el período colonial, en muchas comunidades indígenas, la única prenda de vestir
la constituían cuerdas tejidas de fibras vegetales. Desde entonces, las cuerdas
se hicieron además indispensables para la adecuada colocación de hamacas y
chinchorros, uso que aumentó su demanda, y actualmente existen artesanos que
continúan tejiéndolas para colgaderos, así como para accesorios de montura,
pesca y carga.
Muy poco se necesita para confeccionar cordones y
mecates de distintas fibras, entre ellas el chiquichique,
ampliamente utilizado por los indígenas del Río Negro. Los materiales para la
confección de cuerdas varían según la región. Algunos grupos indígenas emplean
cuerdas de algodón para delimitar el área de sus cultivos, mientas que otros
usan cuerdas de curagua.
Glosario de
fibras textiles
Algodón
(Gossypium
sp.)
planta textil de la familia de las Malváceas, cuyo
fruto en forma de cápsula contiene vellones blancos muy apreciados para la
fabricación de telas. En Venezuela, el algodón se produce principalmente en los
estados Barinas, Portuguesa, Guárico y Apure. Las fibras de algodón se
clasifican en extracortas, cortas, medianas y largas, según su longitud, lo que
lo hace propicio para la fabricación de uno u otro producto.
Chiquichique
(Leopoldina
piassaba W)
Palma de la cual se obtiene una fibra de gran
resistencia usada en la confección de cuerdas, cepillos y escobas.
Cumare
(Astrocaryum
tucuma)
Fibra que se utiliza principalmente en Anzoátegui y
Guayana como materia prima para la fabricación de cuerdas, redes y chinchorros.
Curagua
(Brocchinia
sp.)
Planta fibrosa y resistente que existe en la región
del Orinoco, donde se emplea para la fabricación de cuerdas. Actualmente se
cultiva en Aguasay, Edo. Monagas, donde proporciona la materia prima para el
tejido de chinchorros, correas, carteas, muñecas y bolsos. También se conoce
como curaguete.
Dispopo
(Agave
cocui)
Fibra de origen vegetal extraída de la planta del
cocuy, con la cual se tejen chinchorros principalmente en Falcón y Lara. En
nuestro país, ha sido sustituida por el sisal. También se conoce como cocuiza.
Majagua
(Anazagorea
acuminata)
Planta de la cual se extra una fibra que se utiliza en
la confección de cuerdas, cintas y asas.
Marima
(Antiaris
sacciadora)
Fibra que se extrae de la corteza de un árbol. Sus
capas suaves semejan una tela con la que se confeccionan vestidos, cordeles y
cinchos.
Moriche
(Maurita
flexuosa Linn)
Planta que crece al sureste de Venezuela –estados
Amazonas, Bolívar, Anzoátegui, Monagas y Delta Amacuro–, de cuyas hojas se
extrae una fibra fuerte y duradera que proporciona la materia prima para
confeccionar chinchorros de moriche, implementos de pesca y muchos otros
objetos de la cultura material.
Sisal
(Agave
sisalana)
Planta xerófila de la familia Agavaceae, antiguamente
cultivada por los mayas en la Península de Yucatán. Su fibra sedosa es empleada
primordialmente para la fabricación de hilos, cordeles, mecates, telas, sacos,
papel y otros objetos artesanales.
Lelia Delgado
Gracias por esta información valiosa y poco documentada, nuevamente gracias
ResponderEliminarMuy bueno tu blog Leila, ya que llevo tiempo buscando informaciòn sobre indumentaria y tejidos en Venezuela y no habia encontrado nada, te agradezco por esta informaciòn
ResponderEliminarenamorada de tu pasión por nuestra cultura ancestral... gracias por brindarnos este conocimiento.
ResponderEliminarHermosa publicación. Cuanta riqueza cultural. Disfrute mucho esta lectura. Y me llevo nueva información para construir algo hermoso. Sigue compartiendo tu conocimiento para enriquecer nuestras raíces de quienes somos. Felicidades y bendiciones
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